Los Secretos de la Noche

Érase una vez un joven salmantino casto y puro, como las monjitas del convento de su barrio.

Salía a pasear cada tarde, recorriendo un bello parque, viendo el atardecer. Le encantaba ver el atardecer, ver cómo se escondía el sol entre nubes a la vez que la noche se iba abriendo paso.
Las luces de las farolas se encendieron, alumbrando paso a paso su caminar. Iban apareciendo caminantes paseando al perro, otros haciendo footing con los auriculares conectados a sus novedosos mp4's, parejas apoyadas en alguna que otra farola salteada, demostrándose su amor, bajo la luz de la farola, bajo la luz de la luna, bajo la oscuridad de la noche…
Noche que va guardando sus secretos entre sombras, entre cantares de grillo, pronunciando ese canto olvidado a través de los tiempos, que en la actualidad parece carecer de significado, pero que en su día fueron hermosos cantos dedicados a la Madre Luna, donde se festejaba, donde se bailaba alrededor de una gran hoguera…
El joven salmantino, de hermosos ojos marrones y labios rosados, decidió tumbarse en una pequeña colina del parque, rodeado de un sauce llorón a su izquierda, con las piernas recogidas, y los brazos sobre su cabeza, admirando el esplendor de las estrellas.
Un joven atleta que iba haciendo footing por su camino preestablecido, lo vio allí tumbado, y sintió curiosidad, ¿qué se sentiría al estar ahí tumbado observando algo que el joven salmantino observaba con tanta emoción?
La intriga pudo con él, se quitó los auriculares de sus oídos, dejándolos colgar sobre su pecho
y caminando se acercó al joven salmantino, y sin mencionar palabra alguna, se tumbó a su lado, exactamente con la misma postura. El joven salmantino, paralizado, estaba algo asustado, ¿qué haría ese joven a su lado? ¿Acaso sería una tomadura de pelo?
El atleta rompió el cantar de los grillos, y con una firme y atractiva voz dijo: "Sentía curiosidad. Quiero saber cómo se siente uno observando las estrellas". A lo que el joven salmantino respondió: "¿Es que nunca las observaste?
"Nunca lo di importancia alguna", le contestó el atleta, y continuó diciendo: "Pero si alguien prefiere estar solo, tumbado en la oscuridad, observando las estrellas...puede ser que sea algo bello, ¿no?"
El joven salmantino entonces comenzó a hablarle sobre estrellas, sobre nebulosas y constelaciones. El atleta, asombrado de toda esa información que acababa de recibir, se quedó mirando atónito a los hermosos ojos marrones del joven salmantino. Se le acercó poco a poco al oído izquierdo del joven salmantino y le susurró "Gracias".
El atleta le dedicó una sonrisa, se levantó, se colocó de nuevo los auriculares, y reanudó su marcha, quedando allí tumbado al joven salmantino.
Grandes secretos guarda la noche, secretos que jamás serán revelados, porque los secretos, secretos son... y quedarán perdidos por siempre entre la luz y la sombra.

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